Vale, la muy atávica idea de que mencionar -y aun pensar- determinadas cosas pueda influir en el devenir del mundo está más superada que el modelo de las condiciones necesarias y suficientes en semántica. Muy ciego habría que estar, sin embargo, para no ver la relación entre ciertas imprudencias mías recientes (imprudencias de pensamiento y palabra) y el atropello que sufrí ayer en Recogidas cuando cruzaba la calle hacia Alhóndiga.
Tres episodios de temeridad. El primero, hará cosa de mes y medio, cuando, para explicar en pragmática la diferencia entre la cortesía en lo social y la cortesía en lingüística, dije en clase algo así como: "cortesía es, por ejemplo, ayudar a una ancianita ciega a cruzar Recogidas, esto es, ayudarla a cruzar cuando el semáforo está en verde para los peatones; si no se da esta última circunstancia, lo que hacemos con la viejecita ya no es cortesía, sino, en el mejor de los casos, homicidio". Podría haberme ahorrado el chiste. El germen del accidente ya había brotado en la almáciga de mi desgracia, pero ayer, 18 de enero, dos nuevos pensamientos excesivos actúan como catalizadores del proceso: cuando, hacia el mediodía, reviso una vez más el cronograma de lo que queda de curso, compruebo, sorprendido, alborozado y, ¡ay!, hasta un poco orgulloso, que vamos a poder cumplir los programas sin echar mano de las sesiones de repuesto colocadas en la última semana por si las moscas; luego, a eso de las cuatro menos cuarto (vivo muy cerca de Traductores), me pongo en camino hacia la facultad minutos antes de lo que lo suelo hacer y pienso, al cruzar Recogidas, "hoy no tengo que darme tanta prisa, me sobra tiempo para llegar a clase puntualmente". Cruzo la calle, con el semáforo en verde para los peatones y los coches inmóviles, pero no por el paso de cebra, sino a la altura de Alhóndiga, y, en ese momento, me arrolla una moto que venía adelantando a la hilera de vehículos parados.
Si Dios quiere, mañana me reincorporo, de modo que mi accidente habrá tenido algún efecto sobre las clases, pero un efecto leve. En ambas traducciones literarias habrá que utilizar para exposiciones la penúltima sesión del curso, la que dejamos libre para imponderables (aquí, ser previsores habrá dado sus frutos). En lingüística aplicada, en principio, intentaremos meter el contenido de las últimas cuatro sesiones en las tres de que disponemos ahora, para lo que tendremos que ir algo más rápido (pero, en LATI, ir algo más rápido es sencillo). En científico-técnica pueden hacerse dos cosas: suspender la última de las defensas de traducción, que tanto nos ha costado coordinar, o suspender la sesión final de recapitulación; a sabiendas de que la suspensión de la última defensa fastidia más a tres estudiantes concretos, yo tendería a conservar la sesión de recapitulación, de la que se pueden beneficiar -o no- más interesados (también a sabiendas de que el resultado de estas sesiones de últimas preguntas es una incógnita).
En las dos T12 y en T4, también hay que decidir si las exposiciones se corren una fecha o si las pendientes se recuperan en la última sesión hábil; como sois pocos los más directamente afectados y la operación es sencilla desde el punto de vista logístico, sugiero que reprogramemos: Marisol y Sara expondrían el 21/01 e Isabel, el 26/01; Jonas expondría el 20/01 y José, el 25/01; Laura y Lucía defenderían su traducción el 20/01 y Alba y Nini defenderían la suya el 25/01. Con los cambios de fechas también ganamos algo de tiempo para prepararnos mejor los participantes pasivos. A los ponentes afectados, os ruego me confirméis por correo electrónico lo antes posible si estáis de acuerdo.
Vuelvo al asunto del accidente: ciertamente, no cruzar por el lugar previsto para ello ya no es una imprudencia de pensamiento o palabra, sino de obra. Pero la moraleja en clave astrológica no puede rezar sino: "no mientes la bicha del atropello en Recogidas si esa calle es escenario de tus idas y venidas". Hoy, martes 19, policontusionado y condenado a guardar reposo en mi casa, habida cuenta de que recibí un golpe en la cabeza, tal vez debería tomarme mi situación más en serio: la moraleja rimada que antecede -lagarto, lagarto- tal vez revele daño cerebral.
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1 comentario:
¡Ojo, Linguistics, los golpes en la cabeza no son para tomárselos a risa! Comienza uno a interpretar la vida como si fuera La Bruja Lola y acaba encontrando razonable la postura antisimpapeles (ahora que estamos en crisis) del Ayuntamiento de Vic. Cúidate ese coco.
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