jueves, 18 de febrero de 2016

Van dos neonazis y una negrita... ¿Un punto de partida apropiado para una comedia alemana?

La ZDF —la segunda cadena de la televisión pública alemana— y Manuel Meimberg, el autor de la miniserie Familie Braun, piensan que sí. Sin embargo, a los críticos de periódicos como Die Zeit o Süddeutsche Zeitung, los ocho capítulos de alrededor de seis minutos les han hecho muy poca gracia.

Dos neonazis comparten un piso que está decorado de arriba abajo con toda suerte de parafernalia nazi: la efigie, gigantesca, de Hitler y otro retrato más pequeño del Führer, esvásticas hasta en el cuarto de baño, carteles con mensajes xenófobos, etc., etc. Los dos chavales se graban, encapuchados, cantando «Deutschland, Deutschland über alles», arman escándalo en el autobús gritando «Heil Hitler!» y lanzan botellas contra un albergue de refugiados desmantelado. Un día, mientras están grabando un vídeo para su canal de bricolaje neonazi de YouTube, suena el timbre y los dos Kameraden se temen que es la policía. Pero no: quien llama a su puerta es una joven negra acompañada de una niña de tez igualmente oscura. La mujer explica que la niña es el fruto del fugaz encuentro sexual que tuvo con uno de los neonazis seis años antes; y que la cría se va a tener que quedar con el padre porque a ella la van a expulsar de Alemania.

Así comienza la serie que primero se publicó en YouTube y ahora acaba de estrenar en televisión la ZDF. Braun y Stahl (así se apellidan nuestros protagonistas) tratan de deshacerse de la niña: primero intentan venderla en internet y luego la abandonan en la calle con un cartel que pone «África o algún otro lugar del extranjero»; pero no tienen éxito y poco a poco la niña va ablandando los corazones de los dos hitlerianos.

Nada más fácil que encontrar argumentos para criticar la serie de Manuel Meimberg. Ahí van unos cuantos:

  • La historia de la inocente niña de grandes ojos negros que convierte a dos niñatos malotes en dos buenas personas no es precisamente original —y sí completamente inverosímil—.
  • En tiempos en que la ultraderecha está ganando terreno de manera alarmante en Alemania, es más que lícito preguntarse si la mejor manera de retratar en televisión a los neonazis es presentarlos como unos chavales descerebrados que, en el fondo, tampoco son tan mala gente.
  • Ni siquiera es demasiado probable que la serie haga reflexionar a un público al que, como explica el autor en una entrevista en WDR5, tampoco se llega con programas tan serios —y tan vistos— como los documentales y las tertulias sobre el nacionalsocialismo, el racismo o la xenofobia.

A pesar de todo, tengo que confesar que me he reído con la Familie Braun: no puede calificarse de gran televisión y tampoco es una serie rompedora ni un muestrario de las cualidades que tal vez —pero sólo tal vez— la hubieran librado de las críticas que anteceden; sí es, a pesar de todo y con independencia de las pretensiones que se le puedan atribuir y lo controvertido de la temática, una miniserie entretenida y divertida. Además, para los tiempos que corren, la serie tiene (¡atención: spoiler!) hasta algo parecido a un final feliz.

Recomiendo ver Familie Braun a través de su lista de reproducción en el canal de YouTube de la ZDF, donde los capítulos están aderezados con extras no incluidos en la versión de la Mediathek de la cadena citada (en la que, eso sí, se pueden ver los ocho capítulos de un tirón).