La consecuencia más trascendente de mi brevísima baja de esta semana es que se nos ha quedado irresuelta una cuestión organizativa importante: qué hacer el Puente del Pilar.
En efecto, debo de ser el único trabajador de Este País que no sabe si el lunes de la semana que viene trabajará o no. Y, por lo que me han contado, algunos de mis alumnos -no los menos aplicados precisamente- tampoco saben a qué carta quedar. Dicen muchas lenguas que en nuestra madre nutricia no se suele desaprovechar ocasión de santificar las fiestas con el sano absentismo de quienes pueden permitírselo; pues bien, el que integrantes de un organismo cuyo fin primario no es la producción puedan acabar trabajando durante el puente, eso es todo un síntoma -aunque no sé muy bien de qué y casi prefiero no indagarlo-.
Veamos: el 11 es un día lectivo a todos los efectos. En la práctica, eso me obliga más a mí, como profesor, que a mis estudiantes. Supuestas la asiduidad de todos los interesados en situaciones normales, hecha la salvedad de que no siempre es el alumno el que falta, sobreentendiéndose que no es agradable acudir a la facultad para nada, no saber si una clase va a acabar impartiéndose o no trastoca la organización del curso. Para más inri, si la clase se llega a impartir, en la mayor parte de los casos, se acaba impartiendo dos veces: durante el puente, para una parte mínima del grupo, y después del puente, para esa minoría particularmente responsable y todos los demás. En términos de productividad, me temo que dar la clase en esas circunstancias es una ruina.
Afortunadamente las cosas aún no han cambiado de tal manera que la discusión abierta sobre este tema sea tabú. En su página de feisbuk -sí, la Universidad de Granada también tiene una página de feisbuk-, la institución responde a las preguntas de los estudiantes acerca del tema de este modo: "Oficialmente [el día 11] es lectivo. Hay clase pero suponemos que dependerá de lo que acordéis con los profesores." El que un puente acabe siéndolo o no, en esta casa, se entiende, pues, que depende de una negociación en la que las partes suelen ponerse de acuerdo muy rápido. Sucede que, en un par de asignaturas, tuve que suspender la última sesión antes del puente y que la negociación, sencillamente, no se ha producido. Y ahora, cuando acabemos siendo los únicos españoles que vayan al tajo el lunes, ¿mereceremos la consideración de héroes o, lisa y llanamente, la de tontos?
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2 comentarios:
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"Hay que tener presente, que el estar ausente no anula el recuerdo ni compra el olvido", que, según me dicen, dice un cantautor guatemalteco para referirse a otra cosa. El puente va a terminar dentro de pocas horas y lo único que puedo decir acerca del mismo, como uno de los pocos profesores que se acercaron por la facultad el lunes día 11, es que, en efecto, hubo puente (lo mismo que podría haberse anticipado la semana pasada). A la primera de mis clases del lunes acudió un solo alumno cuando ya me disponía a abandonar el aula: no hubo clase, evidentemente. A la segunda no vino nadie, tampoco a mis horas de consulta. Con la tercera se produjo un fenómeno curioso, aunque común en nuestra alma máter: una especie de puntualidad inversa: desilusionado, probablemente por la magra asistencia a la primera y la segunda clases del día, me faltó brío para llegar puntual a la última y, cuando por fin llegué a Puentezuelas, con pocos minutos de retraso, me informaron de que acababan de abandonar el centro tres estudiantes que habían preguntado por mí (parece que fue un desfase de segundos). Bien, con sólo tres estudiantes tampoco hubiera habido clase, pero me hubiera gustado despacharos personalmente: es lo mínimo. ¡Ojo!, no escribo este comentario como reproche, porque lo que ocurrió es lo lógico (y tampoco tenía pensado abandonar Granada durante estos días lluviosos), pero no estaría de más que las próximas veces -que llegarán, sin duda- nos organizáramos algo mejor, no tanto por mí como por los cuatro estudiantes algo más cumplidores que acudieron a la facultad sin necesidad.
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