Está bien que los medios se interesen por lo que uno hace; y el artículo en sí tampoco está mal, sobre todo por la manera sencilla, didáctica, inteligible en que la Profa. Anne Martin aclara algunas cuestiones relacionadas con los estudios y la profesión del intérprete en estos tiempos de agitada inmovilidad.
La titulación es nueva, los estudios, no: materias muy similares a las del nuevo Máster, por no decir las mismas, ya se impartían en la licenciatura —y aun la diplomatura— que precedieron al nuevo grado Bologna-style; por menos dinero, para más estudiantes y con una calidad esperemos que comparable (de esto último nos iremos cerciorando a medida que vaya avanzando la nueva titulación). Vamos, que el Máster es la solución boloñesa a un problema que no existía antes de que la propia Bolonia pergeñara los nuevos grados sin contenidos especializados y allanara, de este modo, el camino para una mercantilización de los estudios universitarios que ya no parece admitir discusión. Por otra parte (de entre dos males, el menor), la situación de debilidad en que pueden quedar estudios o especialidades que no han conseguido la aprobación de un Máster propio para dotar de mayor entidad y trascendencia a sus grados demuestra que sí que está bien que exista este Máster nuestro.
En resumen y a modo de consuelo: que esto es Bolonia —¡aú, aú, aú!— y el frío glacial del EEES se soporta algo mejor con el abriguito del Máster sobre los hombros. Pero hace un frío de tres pares de cojones.
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